martes, 26 de diciembre de 2017

"Toda causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley…


…Azar no es más que el nombre que recibe una ley no conocida. Hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley."

(El Kybalion, principio hermético de Causalidad)

Sincronicidad es el término elegido por Carl Gustav Jung, para aludir a “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido, pero de manera acausal.” También, intenta explicar una forma de conexión entre fenómenos o situaciones de la realidad que se entrelazan de manera casual. Es decir, coincidencias que no presentan un vínculo concreto que responda a un principio lógico.

¿La coincidencia de los eventos en el espacio y el tiempo posee un significado que trasciende a la simple probabilidad? Los maestros espirituales enseñaban que el universo es más milagroso de lo que suponemos. Que todo está planeado tan exquisitamente que, en un momento dado, todos recibimos de los demás las enseñanzas que necesitamos en nuestra vida. También afirmaban que todo estaba relacionado a determinado nivel. El concepto no es fácil de entender, pero explica por qué, cuando nosotros cambiamos, todo cambia a nuestro alrededor.

Las cosas parecen ocurrir sin más. Sin embargo, a todos nos ha pasado, hay veces que experimentamos acontecimientos o encuentros que ocurren de manera simultánea y sin que medie entre ellos una relación de causa y efecto. Esos acontecimientos sincronizados nos demuestran que no somos meros observadores, sino participantes protagonistas de una red interconectada.

A veces, caminando hacia el trabajo, te encuentras por casualidad con alguien con quien habías intentado hablar sin conseguirlo. ¿Entenderías que ambas partes fueron llevadas a ese punto de tu camino y el suyo de manera "coincidente" al mismo tiempo? Puedes tomártelo como una simple coincidencia o puedes ir más allá y, quién sabe, reconocer que se trata de una misteriosa interacción de nuestro poderoso inconsciente en el mundo físico. La elección, como siempre en este blog, es vuestra.

Admitir la idea de la sincronicidad, sería admitir que todo acontecimiento de nuestra vida y toda persona que en ella intervenga, obedecen a un sentido.

Un ejemplo de sincronicidad clásico es la anécdota vivida por el actor Anthony Hopkins. Cuando éste fue contratado para actuar en la película The Girl from Petrovka ("La chica de Petrovka") intentó, sin éxito, encontrar en alguna librería londinense la novela de George Feifer en la que se basaba el guión. Frustrado y aburrido, se dispuso a tomar el tren subterráneo para regresar a su casa. Sentado en la estación de Leicester Square, de pronto, halló el libro que estaba buscando sobre un banco. Se quedó tan asombrado de su buena suerte, que ni siquiera reparó en las anotaciones que el volumen tenía en los márgenes. Dos años más tarde su sorpresa fue aún mayor. Al conocer al autor del libro durante el rodaje de la película, éste le dijo que había perdido un ejemplar con diversas anotaciones. Dicho ejemplar era el mismo libro que Hopkins había encontrado en la estación... olvidado en aquél banco.

Reflexión final
 “Cada elemento del cosmos está positivamente entretejido con los demás. Todo el Universo permanece unido, y la única forma de verlo es comprenderlo como un todo, una unidad.”
 Teilhard de Chardin

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