miércoles, 30 de noviembre de 2016

Basílica del Santísimo Sacramento, Buenos Aires

“Si yo vivo en un palacio, mi Dios también merece uno”. La frase se la atribuyen a María Lina de las Mercedes Castellanos. Y cuentan que ella cumplió su sueño de crear un palacio religioso unos años después de la muerte de su esposo, Nicolás Hugo de Anchorena Arana, ocurrida en 1884. La joven viuda (nacida en Rosario el 24 de septiembre de 1840) había heredado, entre otros bienes, un terreno sobre la calle San Martín, en el barrio de Retiro. Y ese fue el lugar para erigir una de las iglesias más bellas y lujosas de Buenos Aires: la Basílica del Santísimo Sacramento, un templo pensado por Mercedes Castellanos después de haber visto en París el que tenía la congregación de los padres sacramentarios.

La piedra fundamental, en San Martín 1039, se colocó el 25 de marzo de 1908. La primera idea para la construcción la tuvo el sacerdote francés Antonio Seignon de la congregación del Santísimo Sacramento Expuesto. Convocado por la benefactora, había llegado a Buenos Aires en 1903, junto con otros miembros de esa orden. Seignon había sugerido que los planos fueran trazados por dos arquitectos franceses: Alfred Coulomb y Louis Pierre Léopard Chauvet. Sobre el trabajo de ellos, luego se agregó el aporte del arquitecto salesiano Ernesto Vespignani, que fue quien dirigió la majestuosa obra. Aquella tarea llevó ocho años y el 15 de julio de 1916.   La iglesia fue consagrada al culto por el arzobispo Mariano Antonio Espinosa. En noviembre de ese año, el Papa Benedicto XV la elevó a la categoría de Basílica Menor.

En torno a la Basílica hay una leyenda. Dicen que, por un encono entre familias, Corina Kavanagh hizo construir el monumental edificio que está enfrente para taparle la visual a la iglesia que Mercedes Castellanos observaba desde su residencia (el actual Palacio San Martín, sede de la Cancillería). Cuentan que Corina tenía un romance con Aaron (uno de los diez hijos que Mercedes tuvo con Nicolás) y que ésta impidió la relación. Por eso la venganza de Corina, quien para comprar el terreno donde está el rascacielos vendió tres estancias. Los historiadores afirman que eso es un mito porque Mercedes murió el 9 de julio de 1920 y el Kavanagh se inauguró en 1936.

Entre los lujos de la Basílica destacan el Altar Mayor donde se ubica la Custodia del Santísimo. Mármol blanco con vetas grises, además de ónix y mosaicos venecianos, son parte de ese altar. Sobre ese emblema del edificio hay un templete con ocho pares de columnas de ónix granate de Marruecos. También hay cuatro ángeles esculpidos en mármol de Carrara. La Gran Custodia fue realizada en oro y plata por la casa Poussielgue Roussand de París. Además el púlpito, los confesionarios, la sillería del coro y las puertas, todos hechos en madera, fueron realizados por los tallistas de la Casa Wespelaere de la ciudad belga de Brujas. Esos son sólo algunos de los detalles impactantes del lugar. Claro que no se debe olvidar otro elemento muy importante: el órgano, comprado directamente a la casa Mutin Cavaillé-Coll, de París, por Mercedes Castellanos. Tiene cinco mil tubos.


En el exterior se destacan las cinco torres (tres están en el frente y dos en la zona del ábside del edificio; la torre central tiene cincuenta metros de altura) y el grupo escultórico dedicado al beato Pedro Julián Eymard, fundador de la orden de los padres sacramentarios. Tanto esa imagen como la de los ángeles de rodillas a sus pies, están hechas en mármol de Carrara. Pero la gran curiosidad de la iglesia está dada en la cripta del subsuelo, una construcción tan lujosa y de las mismas dimensiones del templo que está arriba. El piso de la cripta está cuatro metros abajo del nivel de la calle y sus columnas, de una sola pieza, son mucho más robustas porque sirven de apoyo para los que sostienen la gran Basílica. El piso granítico fue traído desde Alemania, los bancos de madera también fueron hechos en Brujas y los mármoles y las luminarias llegaron desde Italia. La cripta (también es una cruz latina y tiene tres naves) se inauguró en 1911. En ese lugar está la bóveda con los restos de Mercedes Castellanos de Anchorena, a quien el Vaticano había nombrado como Condesa Pontificia y había condecorado como Dama de la Rosa de Oro, algo excepcional.

En la construcción de la cripta también intervino Ernesto Vespignani. Se recuerda que, del proyecto original, este arquitecto salesiano sacó dos hileras de columnas que quedaron como sobrantes. Pero como las columnas ya estaban en Buenos Aires, Mercedes Castellanos decidió aprovecharlas y decidió donar los fondos para construir otra iglesia: es la de Nuestra Señora de las Mercedes (el nombre tiene relación con el de su benefactora) y está en la calle Echeverría 1371, en el barrio de Belgrano. Fue inaugurada el 24 de septiembre de 1914. 

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