sábado, 13 de agosto de 2016

Ríe cuando puedas, llora cuando lo necesites

-Deja que se vayan, Lucía –dijo la abuela desde algún lugar.
-¿Quiénes?                                                   
-¡Las lágrimas! A veces parece que son tantas que sientes que te vas a ahogar con ellas, pero no es así.
-¿Crees que un día dejarán de salir?
-¡Claro! –respondió la abuela con una sonrisa dulce- Las lágrimas no se quedan demasiado tiempo, cumplen con su trabajo y luego siguen su camino.
-¿Y qué trabajo cumplen?
-¡Son agua, Lucía! Limpian y aclaran… Como la lluvia. Todo se ve distinto después de la lluvia…
La lluvia sabe por qué

Por desgracia, nuestra sociedad no nos permite llorar. Es como una especie de imposición obligatoria a la que nos sometemos cuando queremos que los demás tengan una buena imagen de nosotros.
Sin embargo, consentirnos expresar nuestras emociones es una fuente de liberación que tenemos que aprovechar. Por eso, debemos deshacernos de ese yo interno que no para de repetirnos que las personas adultas y fuertes no lloran.

Después de la tormenta siempre llega la calma

Tienes que ser consciente de que todo es pasajero. O sea, que aunque la negrura te envuelva, poco a poco irás viendo la luz. Esto te permitirá poder apreciar la paz que deja en uno mismo vaciar su interior.
Para conseguir comprender un poco más nuestras emociones y sus distintas manifestaciones, basta con acercarse a uno mismo y a la expresión (o la no expresión) que llevamos a cabo. Así que tenemos que pararnos a pensar si en verdad lo que nos incomoda está en el exterior o, por el contrario, se encuentra dentro de nosotros.
Es decir, sabemos que esconder nuestra tristeza forma parte de una serie de mecanismos de defensa que nos enfundamos como coraza, pero al intentar protegernos “de lo que los demás piensen” estamos hundiendo nuestra identidad y boicoteando nuestro autoconocimiento.

Las emociones no se superan

Ni tenemos que intentar superar a nuestra tristeza, ni tenemos que pensar que ella lo hará. O sea, no hay que entrar en conflicto con nuestro sentir. Si lo pensamos bien es bastante improductivo luchar contra nosotros mismos.
Tenemos que desaprender aquello que la sociedad nos ha inculcado y lograr abrazar a nuestros demonios, pues ellos no son los malos de la película.
No se trata de que expresemos nuestras emociones de una manera u otra, ya que cada cual tiene su manera de exteriorizar sus sentimientos; se trata de que las valoremos como las mensajeras de aquello a lo que es complicado ponerle palabras.
Como nos van a acompañar siempre, tenemos que aceptarlas y relacionarnos con ellas de manera natural, sin forzarnos, logrando vincularlas con nuestra y nuestro cuerpo.


No encarceles tus emociones, experiméntalas

Es probable que en más de una ocasión hayas intentado contener a tus emociones entre cuatro paredes mentales. Puede que lo hayas conseguido y que te haya parecido un pequeño triunfo.
Sin embargo, es posible que haciendo esto estés alimentando una serie de emociones insanas. De hecho, aunque la tristeza sea saludable, si la acumulas puede llegar a complicarse y convertirse en depresión.
O sea, que todo en exceso es malo, y si encima estás contaminando tu interior con ello, peor. Es decir, que hay que escuchar en la misma medida al enfado o a la tristeza que a la alegría. De esta manera conseguiremos que no se transformen en monstruos como la ira, la depresión o un optimismo excesivo que nos dé problemas.
Deja salir tus emociones y escucha el mensaje que te quieren transmitir. Si no lo haces, generarás una gran carga que derivará en un ahogo emocional que bloqueará tus reacciones.
 Así que ríe cuando puedas y cuando lo necesites, pero no olvides que tus lágrimas también tienen que brotar de vez en cuando para ayudarte a ver con mayor nitidez la vida y, sobre todo, tu interior.

https://lamenteesmaravillosa.com/rie-cuando-puedas-llora-cuando-lo-necesites/

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