viernes, 24 de junio de 2016

Pompeya recupera su esplendor con Igor Mitoraj

Italia rinde homenaje al escultor franco-polaco con una gran exposición de treinta monumentales estatuas de bronce

El escenario es grandioso: las monumentales estatuas de bronce del escultor franco-polaco Igor Mitoraj, parecen como héroes y dioses que descendieron del Olimpo, para poblar las calles, plazas y casas de Pompeya, la ciudad romana destruida por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. El espacio expositivo es único en el mundo, para esta exposición póstuma de Mitoraj, anunciada entre las más bellas de Italia en el 2016, que se podrá admirar hasta enero 2017.


Treinta esculturas de cinco metros de altura parecen surgir como sueños entre las ruinas de Pompeya. Da la impresión de que siempre estuvieron allí, desde hace 2.000 años, fundiéndose con el paisaje de las excavaciones. «Las obras de Mitoraj nos recuerdan el valor profundo de lo clásico en la cultura contemporánea. En Pompeya, como ha escrito Théophile Gautier en 1852, dos pasos separan la vida antigua de la vida moderna», ha subrayado el superintendente de la antigua ciudad romana, Massimo Osanna.


Estatuas caídas del cielo

Realizar esta exposición ha conllevado un trabajo extraordinario en todos los órdenes, incluso en el transporte, porque no pueden entrar camiones en Pompeya. Las estatuas se han hecho caer de forma espectacular, como bajadas del cielo para evitar daños a las excavaciones, utilizando grúas de 75 metros. Pompeya parece habitada ahora por dioses y creaturas mitológicas, porque estas obras parecen antiguas. «Las esculturas de Mitoraj parece que nacieron aquí. He visto muchos turistas, durante la instalación que ha durado quince días, preguntar de qué época eran», ha manifestado el director de la exposición, Luca Pizzi.

Pompeya rinde así homenaje al escultor que murió en París en el año 2014, un artista enamorado de Italia, abriendo un taller en Pietrasanta, en la provincia de Lucca, en 1983. «Ahora, en Pompeya no solo están sus obras, sino también su historia. Nacido en 1944 en Oederan, en la Alemania nazi donde el padre, francés, era prisionero de guerra, y la madre, polaca, deportada, Igor Mitorajconservó vivos aquellos recuerdos: los bombardeos de Dresde, la infancia vivida bajo el régimen soviético», ha explicado Richard Cork, que ha coordinado la publicación del catálogo de esta exposición con el título «Mitoraj y Pompeya». De esa infancia difícil deriva la obsesión del escultor por las estatuas clásicas, pero en ruina, agrietadas, abandonadas.



Maravilla y estupor

La exposición causa maravilla y estupor. Ha sido inaugurada por el presidente de la República, Sergio Matarella. Ha sido una presencia muy significativa, porque ha sido el primer jefe de Estado italiano en medio siglo que visita las excavaciones. Y es que el renacimiento de la antigua ciudad romana está ayudando a Italia a sentirse nuevamente orgullosa de sí misma. Cada día acuden más turistas. Tres millones visitaron Pompeya en el 2015. Pasear entre sus ruinas es todo un espectáculo con mil sensaciones. Se pueden admirar nuevas y sugestivas domus restauradas, con sus mosaicos y maravillosos frescos; visitar exposiciones como la titulada «La devoción religiosa antigua y moderna en Pompeya»; además, se perciben los olores procedentes de sus jardines reconstruidos con las mismas plantas y flores, dispuestas como hace dos mil años, gracias al regalo que dejó la lava del Vesubio.
«Ha sido posible excavar en el terreno y encontrar los residuos orgánicos de las platas. Así con el análisis del polen sabemos con precisión dónde estaban y sobre todo de qué planta se trataba», explica la arqueóloga Grete Stefani. Seguramente es el primer gran ejemplo de arqueología botánica: limones, granadas, olivos, palmas y otras plantas evocan los olores y la cultura mediterránea. Se hace así irresistible la capacidad de comunicación que inspiran las ruinas de una civilización. Se está dando vida a Pompeya y este renacer permite, como demuestra la exposición de Mitoraj, establecer un diálogo con lo antiguo y clásico para comprender el presente.


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