jueves, 23 de junio de 2016

El Sauce y la Vida Eterna

En el Extremo Oriente, el sauce tiene un valor de permanencia, de inmortalidad. Las sepulturas de personajes míticos, cuyas ideas y acciones rompen la barrera del tiempo, está situada a la sombra de sauces. Según una antigua tradición china, existe una lugar de inmortalidad Mu-yang tcheng, la Ciudad de los Sauces; es la ciudad de los justos donde toda acción es sopesada. Para los místicos tibetanos, la inmortalidad tiene un gran valor, por ello plantaron sauces ante el santuario de Lhasa, centro religioso de Tíbet.

Entre los pueblos amerindios de las grandes praderas, el sauce es también un árbol sagrado, símbolo del renuevo cíclico. Las hojas caen a la tierra, al descomponerse renacen en la siguiente primavera, como los hombres que mueren y renacen en el gran espíritu.

Quizás con este sentido de renuevo cíclico, aunque de forma mucho más trágica, se entiende en Rusia el sauce, donde se dice que "quien planta un Sauce, prepara la azada para su tumba". Esta muerte no es más que el cierre del ciclo de la vida.

Besa el agua que gime blandamente
las leves olas que jugando riza;
el sol besa la nube de occidente
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar otra llama se desliza,
y hasta el sauce inclinándose a su peso,
al río que lo besa, vuelve un beso.

(Gustavo Adolfo Becquer, Rima IX )



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