jueves, 27 de agosto de 2015


La meta de la recuperación es el equilibrio; ese precioso punto medio. 
Muchos de nosotros hemos ido de un extremo al otro: años de cuidar de todos menos de nosotros mismos, seguidos de una temporada en que nos negamos a concentrarnos en las necesidades de nadie, más que en las nuestras.
Tal vez pasamos años negándonos a identificar nuestros sentimientos, a sentirlos y a manejarlos, seguidos de un periodo de obsesión absoluta con toda huella de energía emocional que pasara por nuestro cuerpo.
Podemos sucumbir a la impotencia, al desamparo y a la victimización, y luego ir al otro extremo blandiendo con agresividad el poder sobre los que nos rodean.
Podemos aprender a dar a los demás al mismo tiempo que asumimos la responsabilidad para con nosotros mismos, a cuidar nuestros sentimientos, así como nuestras necesidades físicas, mentales y espirituales, y a alimentar la callada confianza que nos da el apropiarnos de nuestra fuerza para comportarnos de igual a igual en nuestras relaciones con los demás.
La meta de la recuperación es el equilibrio, pero a veces llegamos a él yéndonos a los extremos.
“Hoy seré amable conmigo mismo, comprendiendo que a veces, para alcanzar el justo medio del equilibrio, necesito explorar las cimas y los valles. A veces, la única manera que tengo de salir de un valle es brincar lo suficientemente alto para aterrizar en la cima y luego, lentamente, deslizarme hacia abajo”.

(Melody Beattie de su Libro El Lenguaje del Adiós).

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