jueves, 6 de noviembre de 2014


Un gato grande y maltrecho, bastante viejo, camina muy despacio pegado a la pared. Se para en la entrada de un baldío y va derecho a un sucio rincón en donde están unos cuantos gatitos muy chiquitos llorando de frío y hambre. Los mira detenidamente, los olfatea, toma con delicadeza a uno de ellos y se lo lleva.
Camina más rápido con el pequeño gatito en la boca y lo deja en la puerta de una casa. Se esconde debajo de un auto y espera sereno y atento. El bebé gato llora con poca fuerza porque está debilitado, triste y asustado.
Cuando pasa alguien que se detiene y levanta al chiquitito, lo arropa y le habla con dulzura, el gato grande y maltrecho le ve en la cara y en los ojos que puede dar amor y protección, entonces sale de su escondite y su descolorido pelaje va convirtiéndose a un color azul tan claro y diáfano que se desvanece en el aire y desaparece.
Su misión es encontrarle un gato al humano que lo necesite.

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