jueves, 17 de abril de 2014

Natalia Lewitan

"Y de su espalda unas alas brillantes se extendieron, abrigando su corazón cansado. La luz fue tan intensa que ya no supo si estaba en el cielo o aquí. Una voz suave, dulce como el rocío, acarició su rostro, secó sus lagrimas y le dio la bienvenida a casa, porque ella ya estaba regresando de un largo viaje, el necesario para llegar a donde debía estar: su propia alma"

Natalia Lewitan

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