jueves, 15 de diciembre de 2011

El camino de la liberación

Vamos ahora a comenzar a vislumbrar medios para llegar a liberarnos. El Doctor Roles, en su libro “Una libertad duradera”, dice lo siguiente: “Todos nuestros problemas surgen del hecho de que no nos recordamos a nosotros mismos. Es difícil entender el significado de esto. Es como si viviéramos en una casa pequeña y oscura que carece de cualquier tipo de mobiliario y es como una prisión con barrotes en las ventanas. A través de la meditación llegamos a salir de esta casa por cortos periodos de tiempo y empezamos a darnos cuenta de que muy cerca hay un enorme y espacioso palacio, que contiene todo lo que podamos desear. Después de un tiempo de haber empezado a meditar podemos sentarnos entre las dos casas, sintiéndonos incómodos y llenos de nostalgia por la gran casa que está al volver la esquina. Pero si somos pacientes y empezamos a saber más acerca de nosotros mismos, bajo guía, pronto encontraremos esta casa, entraremos y saldremos de ella cuando queramos y más tarde nos quedaremos a vivir allí.” Solamente a través de mucha búsqueda y trabajo de minería se obtienen el oro y los diamantes, y así el hombre puede encontrar cada verdad conectada con su ser, si cava profundamente en la mina de su espíritu (alma); y siendo el hacedor de su carácter, el moldeador de su vida y el constructor de su destino, puede probar, ver, controlar y alterar sus pensamientos, previendo sus efectos sobre él mismo, sobre los otros y sobre su vida y circunstancias, ligando causa y efecto mediante paciente práctica e investigación, y utilizando todas su experiencias, incluso la más trivial, en los sucesos de cada día, con objeto de obtener ese conocimiento de si mismo que es Comprensión, Sabiduría y Poder. En esta dirección y no otra está la Ley absoluta que dice “El que busca halla; y para él la puerta se abrirá”; solamente mediante paciencia, práctica e incesante trabajo puede un hombre pasar por la Puerta del Templo del Conocimiento. La mente del hombre es como un jardín que puede ser inteligentemente cultivado o dejado crecer salvajemente; pero o cultivado o abandonado, debe y puede dar fruto. Si no son sembradas útiles semillas en él, entonces una abundancia de semillas de maleza sin valor caerá en él y continuarán produciendo plantas del mismo tipo. Tal y como un jardinero cultiva su parcela, manteniéndola libre de maleza y haciendo crecer las flores y frutos que desea, así un hombre atiende el jardín de su mente, escardando todos los pensamientos incorrectos, sin valor e impuros , y cultivando hasta la perfección las flores y frutos de los pensamientos correctos, válidos y puros. Siguiendo este procedimiento, un hombre más pronto o más tarde descubre que es el maestro jardinero de su alma, el director de su vida. También encuentra, dentro de sí mismo, las leyes del pensamiento, y entiende, con creciente agudeza, cómo las fuerzas del pensamiento y los elementos de la mente operan en la modelación de su carácter, circunstancias y destino. Pensamiento y carácter son uno y como el carácter sólo puede manifestarse y descubrirse a través del entorno y de la circunstancia, las condiciones externas de la vida de la persona siempre deberían estar en armonía con su estado interno. Esto no significa que las circunstancias de una persona en cualquier tiempo dado son indicativas de su completa personalidad, sino que esas circunstancias están tan íntimamente conectadas con algún elemento vital interno de sí mismo que, con el tiempo, son indispensables para su desarrollo. Cada hombre está donde está por la ley de su pensamiento; los pensamientos con los que ha construido su carácter le han llevado donde está, y en el plan de su vida no existe la casualidad, sino que todo es el resultado de una ley infalible. Esto es tan verdad para aquellos que se sienten “inarmónicos” con su entorno como para los que se sienten “armonizados” con él. Como un ser que progresivamente evoluciona, el hombre está donde está para poder crecer y aprender; y a medida que aprende la lección espiritual que en cualquier circunstancia se le ofrece, progresa y da lugar a que surjan otras circunstancias. El hombre es golpeado por las circunstancias en tanto se cree una criatura de condiciones externas, pero cuando constata que es un poder creador, y que puede controlar el suelo y las semillas de su ser en el que las circunstancias crecen, entonces se convierte en el absoluto dueño de sí mismo. Un hombre no va a la cárcel por la tiranía del sino o la circunstancia, sino por el camino de los pensamientos rastreros y bajos deseos. Un hombre de mente pura no cae repentinamente en el crimen a causa del stress o cualquier simple fuerza externa; el pensamiento criminal ha sido en secreto largamente fomentado en el corazón, y en el momento oportuno manifestado. La circunstancia no hace al hombre; le revela a sí mismo. No pueden existir condiciones capaces de hacer caer en el vicio y su consecuente sufrimiento desligadas de viciosas inclinaciones, ni ascenso en la virtud y su pura felicidad sin el continuo cultivo de aspiraciones virtuosas; y el hombre, en tanto señor y maestro de su pensamiento, es el hacedor de si mismo, el formador y autor de su entorno. Incluso en el nacimiento el alma camina hacia el descubrimiento de sí misma, y a cada paso que da en su peregrinación terrestre, atrae aquellas condiciones en las que se ve reflejada. Los hombres no atraen lo que quieren, sino lo que son. Sus caprichos, imaginaciones y ambiciones se frustran a cada paso pero sus más íntimos pensamientos y deseos son alimentados con su propia sustancia, ya sea sucia o limpia. La divinidad que construye nuestros límites está en nosotros; es nuestro verdadero Yo. El hombre sólo es prisionero de sí mismo: pensamiento y acción son los carceleros del Destino; ellos aprisionan, pero también son los ángeles de la Libertad. Lo que un hombre desea y ruega por conseguir no es lo que consigue, sino que consigue la justa recompensa. Sus deseos y ruegos sólo se cumplen cuando armonizan con sus pensamientos y acciones. A la luz de estas verdades, ¿Cuál es, pues, el significado de “luchar contra las circunstancias?” Significa que un hombre puede estar continuamente revelándose contra un efecto externo y al mismo tiempo continuamente alimentando y manteniendo sus causas en el corazón. Esa causa puede tomar la forma de un vicio consciente o de una inconsciente debilidad; pero sea lo que sea, empecinadamente retrasa los esfuerzos de su poseedor, que inútilmente clama a voz en grito para encontrar un remedio. Este hecho ha sido reconocido y tratado a lo largo de la historia de la humanidad y expresado en múltiples ocasiones en forma de mito. Uno de los más famosos es el velo de Penélope, que ella tejía durante el día y lo destejía por la noche. O Prometeo encadenado, donde un águila le comía el hígado durante el día, que el regeneraba durante la noche. Supongamos el caso de un hombre que es miserablemente pobre. Está extremadamente ansioso porque considera que las comodidades de su entorno y hogar deberían mejorar, así que constantemente descuida su trabajo, y considera que está justificado el defraudar a su empleador en razón de la insuficiencia de su salario. Un hombre así no entiende los simplísimos rudimentos de esos principios que son la base de la verdadera prosperidad, y no solamente está absolutamente alejado de salir de su pobreza, sino que está realmente atrayéndose una completa miseria permaneciendo en esa idea y manteniendo indolentes, engañosos, e incontrolados pensamientos. Veamos ahora el caso de un hombre rico que es víctima de una dolorosa y persistente enfermedad a causa de su gula. Está dispuesto a dar grandes sumas de dinero para sanarse, pero no sacrificará su deseo. Quiere gratificar su gusto con ricas y antinaturales viandas y también mantenerse sano. Un hombre así es totalmente incapaz de tener salud, porque todavía no ha aprendido los principios básicos de una vida sana. En el caso de un empresario que adopta medidas rastreras para evitar pagar el salario establecido, porque con la esperanza de obtener grandes beneficios, reduce costes mediante el salario de sus trabajadores. Un hombre así es absolutamente incapaz de conseguir la prosperidad, y cuando llega a la bancarrota, tanto de su fortuna como de su reputación, se queja de las circunstancias, ignorando que solamente él es el autor de su situación. Las circunstancias, sin embargo, son tan complicadas, el pensamiento está tan profundamente enraizado, y las condiciones de la infelicidad varían tan enormemente entre los individuos, que la completa condición de un alma (aunque puede ser conocida por si misma) no puede ser juzgada por otros solamente a través del aspecto externo de su simple vida. Un hombre puede ser honesto en cualquier situación, aún pasando privaciones; un hombre puede ser deshonesto en cualquier situación, aún adquiriendo riquezas; pero la usual idea formada de que un hombre fracasa a causa de su honestidad y la de que un hombre prospera a causa de su deshonestidad, es el resultado de un juicio superficial, que asume que el hombre deshonesto es casi completamente corrupto, y el hombre honesto casi completamente virtuoso. A la luz de un profundo conocimiento y amplia experiencia, tal juicio es erróneo. El hombre deshonesto puede tener algunas admirables virtudes que el otro no posee; y el hombre honesto, obvios vicios ausentes en el otro. El hombre honesto cosecha los buenos resultados de sus honestos actos y pensamientos; también atrae sobre si mismo los sufrimientos que sus vicios producen. El hombre deshonesto igualmente cultiva su propio sufrimiento y felicidad. Las buenas acciones y pensamientos jamás pueden producir malos resultados; las malas acciones y pensamientos no pueden nunca producir buenos resultados. Esto es como decir que del maíz sólo se obtiene maíz y de las ortigas, ortigas. Los hombres entienden esta ley en el mundo natural, y trabajan con ella; pero pocos la entienden en el mundo mental y moral (aunque su acción es simple y sin desviaciones), y por lo tanto, no cooperan con ella. El sufrimiento es siempre el efecto de pensamientos incorrectos en cualquier dirección. Es un indicador de que el individuo no está en armonía consigo mismo, con la Ley de su ser. El único y supremo fin del sufrimiento es purificar, quemar todo lo que es impuro e innecesario. El sufrimiento cesa cuando se es puro. No tendría sentido quemar el oro después de que la ganga ha sido eliminada, y un ser perfectamente puro e iluminado no puede sufrir. En el libro “Fragmentos a una Enseñanza desconocida”, de P.D. Ouspenki, leemos lo siguiente: “La suprema ilusión del hombre es su convicción de que puede hacer. Toda la gente piensa que puede hacer, toda la gente quiere hacer, y su primera pregunta se refiere siempre a qué es lo que tiene que hacer. Pero a decir verdad, nadie hace nada y nadie puede hacer nada. Es lo primero que hay que comprender. Todo sucede. Todo lo que sobreviene en la vida de un hombre, todo lo que se hace a través de él, todo lo que viene de él –todo esto sucede. Y sucede exactamente como la lluvia cae porque la temperatura se ha modificado en las regiones superiores de la atmósfera, sucede como la nieve se derrite bajo los rayos del sol… Decir la verdad es la cosa más difícil del mundo; el deseo por si solo no basta. Para decir la verdad, hay que llegar a ser capaz de conocer lo que es verdad y lo que es mentira, ante todo en si mismo. Pero esto es lo que nadie quiere saber.” En resumen, lo único que realmente ata al hombre son sus pensamientos y deseos. Mediante la observación es posible descubrir el funcionamiento de nuestra mente. Llegados a este punto, podemos descubrir que la prisión en la que estamos se debe a la falsa identificación de nuestro ‘yo’ con las tendencias y hábitos inútiles que hay en nosotros mismos. Con práctica y perseverancia, podemos llegar a sustituir lo inútil, por pensamientos y deseos liberadores. Recordando lo que se dice en el Isha Upanishad: “Los sentidos han sido creados para observar hacia fuera, pero de vez en cuando, un alma valiente, se atreve a volver los sentidos hacia dentro, y se ha encontrado a sí mismo" Fuente:http://www.senderoespiritual.com/el-camino-de-la-liberacin/

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