domingo, 6 de marzo de 2011

Mes de la Mujer - Mujeres destacadas - Delmira Agustini


Delmira Agustini fue una poetisa uruguaya que marcó un hito en la lírica hispanoamericana por su original forma de escribir y por animarse a tocar temas considerados oscuros para una mujer, tales como el erotismo y la sexualidad femeninos. Buscó siempre el amor y sintió encontrarlo al lado de un hombre que la amaba enfermizamente, tal es así que prefirió asesinarla antes de no tenerla, y después terminar también con su vida.

Delmira Agustini nació en Montevideo, Uruguay, el 24 de octubre de 1886. Su madre fue María Murtfeld Triaca, argentina, y su padre el uruguayo Santiago Agustini. La familia pertenecía a la burguesía conservadora y a pesar de que su mamá fue sobreexigente y autoritaria y no la dejó ni a sol ni a sombra, a la niña no le faltó cariño y siempre tuvo todo lo que quiso. Antes de entrar a la primaria ya sabía leer y escribir perfectamente, después estudió francés, música y pintura, todo gracias a las enseñanzas de sus padres.

Se inició en el arte de la escritura, tal vez producto de su majestuosa imaginación y la melancolía que a veces sentía. Y de esos sentimientos surgían unos versos que emocionaba a sus seguidores, por su forma de escribir particular y más aún a su corta edad.


Algunas de sus prosas se publicaron en la revista La Alborada, muy leída en su país y después en Apolo. Así comenzó a hacerse conocida y respetada por los lectores y también por los intelectuales de la época. En 1907 editó su libro de poemas, El libro blanco, años más tarde, Cantos de la mañana y Los cálices vacíos.

Perteneció a la Generación del 900, al igual que Leopoldo Lugones y Rubén Darío quien argumentaba que Delmira era la única mujer que podía expresarse como tal en toda Hispanoamérica y que por ello le provocaba la más profunda conmoción la lectura de sus trabajos. También fue parte de la Generación del Río de la Plata.

Amiga de conocidos escritores, mantenía correspondencia con prestigiosos como el ya citado Rubén Darío y con Manuel Ugarte, de quien parecía que se había enamorado.

Por la temática que usaba y la manera de encararla fue juzgada por quienes no supieron apreciarla. Delmira hablaba sin tapujos sobre el sexo y el erotismo femenino, las fantasías, la melancolía y el amor, en una época donde la sexualidad de la mujer era escondida.

Por eso llamaba la atención, más siendo una mujer recatada a la que no se le habían conocido historias pasionales o bien no las había tenido. Indudablemente, en sus trabajos, dejaba volar sus deseos y pasiones reprimidas, volcándolas en un papel para hacerlas realidad. Por las noches se dedicaba a escribir, encerrada en su cuarto, donde se sentía libre.

El erotismo fue el leit motiv de sus creaciones, y llamaba a Eros, uno de sus principales personajes, su padre ciego. Su originalidad era debido a que no se imponía reglas a la hora de escribir, eso la llevó a ser la poetisa más destacada del Modernismo. Su audacia se igualó, o a veces hasta superó, a la de los hombres, por eso perturbó a los pacatos.

Después de noviar con Amancio Sollers, conoció a Enrique Reyes y después de cinco años de relación, en agosto de 1913 se casaron. Pero el idilio que tenían se fue esfumando, su marido le recriminaba que lo dejaba de lado por sus poesías, y Delmira no soportó convivir con él por sus malos tratos y al mes y medio volvió a la casa de sus padres, para luego pedirle el divorcio que se aprobó a mediados del siguiente año. Entretanto la amenazaba. De todos modos se seguían frecuentando, pero como amantes.

Esta aventura terminó mal, Reyes la amaba tanto, a su manera enfermiza, que al no poder tenerla como antes, la citó como tantas otras veces en un departamento, después de estar un rato juntos le pegó dos tiros y luego se mató él.

El hecho tomó estado público y la gente se sorprendió porque Delmira siempre tuvo perfil bajo y nunca estuvo metida en problemas.

Diez años después de su muerte, se editaron obras de ella. Vale la pena conocer a Delmira Agustini, quien fue una de las iniciadoras de la poesía femenina hispanoamericana y que con sus obras llegó al corazón de quienes supieron apreciarla.

Lo inefable

Yo muero extrañamente...No me mata la Vida,
no me mata la Muerte, no me mata el Amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor


de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?...


Cumbre de los Martirios!... Llevar eternamente,
desgarradora y árida, la trágica simiente
clavada en las entrañas como un diente feroz!...


Pero arrancarla un día en una flor que abriera
milagrosa, inviolable!... Ah, más grande no fuera
tener entre las manos la cabeza de Dios!



La musa

Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
con dos ojos de abismo que se vuelvan fanales;
en su boca, una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.


A veces nos asalte un aguijón de abeja:
úna raptos feroces a gestos imperiales
y sorprenda en tu risa el dolor de una queja;
¡En sus manos asombren caricias y puñales!


Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila, tigre, paloma en un instante,
que el Universo quepa en sus ansias divinas.

Tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
y una frente que, erguida, su corona reclame
¡de rosas, de diamantes, de estrellas o de espinas!



Hoy desde el gran camino...

Hoy desde el gran camino, bajo el sol claro y fuerte,
Muda como una lágrima he mirado hacia atrás,
Y tu voz de muy lejos, con un olor de muerte,
Vino á aullarme al oído un triste "¡ Nunca más !"

Tan triste que he llorado hasta quedar inerte...
¡ Yo sé que estás tan lejos que nunca volverás !
No hay lágrimas que laven los besos de la Muerte...
- Almas hermanas mías, nunca miréis atrás !

Los pasados se cierran como los ataúdes,
Al Otoño, las hojas en dorados aludes
Ruedan... y arde en los troncos la nueva floración...

-...Las noches son caminos negros de las auroras...-
Oyendo deshojarse tristemente las horas
Dulces, hablemos de otras flores al corazón.

De "Elegías dulces"


Desde lejos

En el silencio siento pasar hora tras hora
como un cortejo lento, acompasado y frío
¡Ah, cuando tú estás lejos de mi alma todo llora,
y al rumor de tus pasos hasta en sueños sonrío!

Yo sé que volverás, que brillará otra aurora
en mi horizonte grave como un sueño sombrío;
revivirá en mis bosques tu gran risa sonora
que los cruzaba alegre como el cristal de un río.

Un día, al encontrarnos tristes en el camino
yo puse entre tus manos mi pálido destino.
¡Y nada más hermoso jamás han de ofrecerte!

Mi alma es, frente a tu alma, como el mar frente al cielo:
pasarán entre ellas, cual la sombra de un vuelo,
la Tormenta y el Tiempo y la Vida y la Muerte!


El arroyo
¿Te acuerdas?
El arroyo fue la serpiente buena...
Yo muero extrañamente...
No me mata la Vida,
¿Te acuerdas?
El arroyo fue la serpiente buena...
Fluía triste y triste como un llanto de ciego
cuando en las piedras grises
donde arraiga la pena
como un inmenso lirio se levantó tu ruego.
Mi corazón, la piedra más gris y más serena,
despertó en la caricia de la corriente y luego
sintió cómo la tarde, con manos de agarena,
prendía sobre él una rosa de fuego.
Y mientras la serpiente del arroyo blandía
el veneno divino de la melancolía,
tocada de crepúsculo me abrumó tu cabeza,
la coroné de un beso fatal, en la corriente
vi pasar un cadáver de fuego... Y locamente
me derrumbó en tu abrazo profundo la tristeza.

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