lunes, 25 de enero de 2010

La leyenda del Arco Iris


Los duendes del Arco Iris son unos hombrecillos ancianos de muy poca estatura; los más altos no llegan a la altura de nuestras rodillas. Regordetes y de mofletes sonrosados, nunca dejan de cuidar sus lisas barbas blancas, entre las que se pueden apreciar labios finos y agrietados. Van vestidos por completo de verde y siempre llevan consigo un largo y castigado zurrón que, por el peso de su contenido, tiene las costuras totalmente abiertas. En estos bolsos raídos portan polvos dorados, mágicos polvos dorados y, al andar van dejando a su paso un hermoso Río de Oro.

Los duendes del arco iris no hacen más que soñar, imaginar y fantasear, a eso dedican sus cuatrocientos años de vida. Entre lluvia y lluvia, se esconden en los rincones más secretos a trabajar su imaginación y así poder crear la imagen más alegre y viva que sean capaces. Y cuando en alguna parte del mundo cae agua entre los rayos del Sol, los que consiguen inventar los mejores pensamientos son recompensados de una manera muy peculiar. En el Cielo se dibuja un enorme Arco de Luz y Colores, de tal brillo, que los destellos de sus tonalidades obligan al más desinteresado a admirarlo. Pues si te fijas bien… podrás ver entre color y color cómo los duendecillos juguetean, corren y brincan. Les gusta saltar del naranja al verde, del rosa al añil… y resbalar entre sus espumosas curvas.

Pero cuando llega la noche, cuando el Arco desaparece, estos hombrecillos de la imaginación permanecen en la Tierra de la Realidad. Se ocultan tras la brisa, esperan en las esquinas de las calles, se esconden entre las sombras aguardando a que todos los niños duerman. Cuando esto ocurre se cuelan por las ventanas y, muy sigilosamente, se acercan a sus camitas. Tras danzar y canturrear melodías extrañas en idiomas desconocidos alrededor de ellas, miran fijamente a los ojos de los chiquitines, como queriendo penetrar en su mente. Meten su rechoncha mano en el zurrón, cargándola de sus polvos mágicos y, en un rápido movimiento, los dejan caer sobre sus ojos. En esos minúsculos granos se encuentra contenida una minuciosa selección de los pensamientos más felices de los duendes. Al introducirse en la imaginación de los críos somnolientos, empapan de paz, alegría, color y luz sus inocentes sueños, consiguiendo un descanso maravilloso.

Y cuenta la leyenda que el Arco Iris fue creado para aislar a los niños de la gris realidad que les rodea, para que, al menos sus sueños, rebosen de Felicidad y Seguridad. Y es por esto que el Arco de Luz y Colores siempre ha existido e, inevitablemente siempre existirá…

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Otra Leyenda del arco iris

Cuentan que hace mucho tiempo los colores empezaron a pelearse. Cada uno proclamaba que él era el más importante, el más útil, el favorito.

El verde dijo: “Sin duda, yo soy el más importante. Soy el signo de la vida y la esperanza. Me han escogido para la hierba, los árboles, las hojas. Sin mí todos los animales morirían. Mirad alrededor y veréis que estoy en la mayoría de las cosas”.

El azul interrumpió: “Tú sólo piensas en la tierra, pero considera el cielo y el mar. El agua es la base de la Vida y son las nubes las que la absorben del mar azul. El cielo da espacio, y paz y serenidad. Sin mi paz no seríais más que aficionados.

El amarillo soltó una risita: “¡Vosotros sois tan serios! Yo traigo al mundo risas, alegría y calor. El sol es amarillo, la luna es amarilla, las estrellas son amarillas. Cada vez que miráis a un girasol, el mundo entero comienza a sonreír. Sin mí no habría alegría”.

A continuación tornó la palabra el naranja: “Yo soy el color de la salud y de la fuerza. Puedo ser poco frecuente pero soy precioso para las necesidades internas de la vida humana. Yo transporto las vitaminas más importantes. Pensad en las zanahorias, las calabazas, las naranjas, los mangos y papayas. No estoy, todo el tiempo dando vueltas, pero cuando coloreo el cielo en el amanecer o en el crepúsculo mi belleza es tan impresionante que nadie piensa en vosotros”.

El rojo no podía contenerse por más tiempo y saltó: “yo soy el color del valor y del peligro. Estoy dispuesto a luchar por una causa. Traigo fuego a la sangre. Sin mí la tierra estaría vacía como la luna. Soy el color de la pasión y del amor; de la rosa roja, la flor de pascua y la amapola”.

El púrpura enrojeció con toda su fuerza. Era muy alto y habló con gran pompa: “Soy el color de la realiza y del poder. Reyes, jefes de Estado, obispos, me han escogido siempre, porque el signo de la autoridad y de la sabiduría. La gente no me cuestiona; me escucha y me obedece”.

El añil habló mucho más tranquilamente que los otros, pero con igual determinación: “Pensad en mí. Soy el color del silencio. Raramente repararéis en mí, pero sin mí todos seríais superficiales. Represento el pensamiento y la reflexión, el crepúsculo y las aguas profundas. Me necesitáis para el equilibrio y el contraste, la oración y la paz interior.

Así fue cómo los colores estuvieron presumiendo, cada uno convencido de que él era el mejor. Su querella se hizo más y más ruidosa. De repente, apareció un resplandor de luz blanca y brillante. Había relámpagos que retumbaban con estrépito. La lluvia empezó a caer a cántaros, implacablemente. Los colores comenzaron a acurrucarse con miedo, acercándose unos a otros buscando protección.

La lluvia habló: “Estáis locos, colores, luchando contra vosotros mismos, intentando cada uno dominar al resto. ¿No sabéis que Dios os ha hecho a todos? Cada uno para un objetivo especial, único, diferente. Él os amó a todos. Juntad vuestras manos y venid conmigo”.

Dios quiere extenderos a través del mundo en un gran arco de color, como recuerdo de que os ama a todos, de que podéis vivir juntos en paz, como promesa de que está con vosotros, como señal de esperanza para el mañana”. Y así fue como Dios usó la lluvia para lavar el mundo. Y puso el arco iris en el cielo para que, cuando lo veáis, os acordéis de que tenéis que teneros en cuenta unos a otros.




La leyenda del Arco Iris Versión Correntina

Siete mariposas vivían hace muchos siglos en el corazón de la selva correntina, cada una tenía un color distinto. Despertaban la admiración de los habitantes del monte y al volar ¡qué hermoso efecto producían sobre el verde follaje!. Cierto día, una de ellas se hirió con una larga espina, la herida era fatal y, al comprenderlo, las mariposas restantes ofrecieron cualquier sacrificio para evitar que la muerte separase a su compañera. Entonces oyeron una voz que les dijo: "¿Están ustedes dispuestas a dar la vida con tal de permanecer juntas?".

- Todas contestaron que sí. -

De inmediato negros nubarrones oscurecieron el cielo y se desató una fuerte tormenta de viento y lluvia, un remolino envolvió a las siete mariposas amigas elevándolas hacia el infinito. Una vez restablecida la calma, el sol volvió a brillar con más fulgor que nunca, y al mismo tiempo aparecía en el firmamento un extraño arco luminoso, formado por los siete colores. Los mismos que tengan las mariposas del monte.

Eran sus almas que continuaban unidas para siempre en el cielo. Ese es el origen del Arco Iris, en cuya deslumbrante belleza debemos ver y admirar el símbolo de la más pura amistad.

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