domingo, 26 de diciembre de 2010

Google celebra la Navidad con un "collage Doodle"

Google nos ha mandado su particular felicitación navideña con un 'collage doodle', en el que nos invitan a pasear por distintas tradiciones, platos y lugares emblemáticos de todo el mundo: La Catedral de San Basilio, la Acrópolis, los troncos de Navidad, el Monte Fuji, la Gran muralla China, el Pierogi, las danzas hindúes, el desierto del Sáhara, el Oud, el pimiento de Chile, el puerto de Sidney, la Góndola de Venecia, el Nepal, los viñedos chilenos, el kanga africano, los tejados de Papa Noël y las lámparas de henna.

Cada imagen, que se despliega al pasar el ratón por encima, nos invita a hacer una búsqueda por Google y, de paso, aprender un poco más de todas ellas. ¿Las vemos?

La Catedral de San Basilio está en la Plaza Roja de Moscú, en Rusia. Es conocida mundialmente por sus cúpulas en forma de bulbo y, aunque 'San Basilio' es el nombre por el que gana su fama, en realidad se llama 'La Catedral de la Intercesión de la Virgen en el Montícul'. Es la primera parada de Google.

Acrópolis viene del griego y significa "el extremo de la ciudad". Hace referencia a la parte más alta de las antiguas ciudades griegas. La más conocida en todo el mundo, sin duda alguna, es la Acrópolis de Atenas, que cuenta con el Partenón en honor a la diosa Atenea.

El Tronco de Navidad es un postre típico europeo ('La Bûche de Noël) que, además de un aspecto muy apeticible, juega con infinidad de rellenos. El más clásico es una suave crema de nueces, pero también puede llevar crema pastelera de vainilla o nata montada. La gracia del Tronco de Navidad, además de su exquisito sabor, es que se decora hasta el exceso, con infinidad de colores. ¿El postre de Google?

El Monte Fuji es el pico más alto de todo Japón. Es todo un emblema de la cultura nipona y una de las fotografías más envidiables de todo el globo. Desde el oeste de Tokio, una de las ciudades más modernas del mundo, se puede observar en un día despejado. Toda una fotografía. En la antigüedad, las mujeres tenían prohibido subir hasta su cima y hoy es uno de los destinos más atractivos para practicar alpinismo. La salida del sol, desde la cima, es espectacular.

La Gran Muralla China es una tremenda fortificación que se construyó durante más de veinte siglos (se terminó en el S. XVI) y la mayor herencia al mundo de su cultura. Con más de 8.000 kilómetros de longitud en su origen, hoy sólo se conserva un 30 por ciento de ella. Se dice que en su época de esplendor, con la dinastía Ming, fue custodiada por más de un millón de guerreros. ¿Podría proteger el infinito imperio de Google?

El Pierogi es un delicioso plato polaco y ruso, consistente en pasta rellena de diferentes tipos y variedades de vegetal. La palabra, curiosamente, proviene del eslavo arcaico 'pi', que significa 'festividad'.

Las Danzas Hindúes son un tratado artístico escrito en el 400 a.C. y que se ha cultivado en la India desde entonces. Con distintas posiciones se representan sentimientos y actitudes para enfrentar la vida. Hay sesenta y siete posiciones de manos y treinta y seis movimientos de ojos.

El Desierto del Sáhara es el más grande del mundo, con más de nueve millones de kilómetros cuadrados de superficie. Está en el norte de África y se extiende por Argelia, Túnez, Marruecos (con las partes españolas), Sáhara Occidental, Mauritania, Malí, Níger, Libia, Chad, Egipto y Sudán, aunque se sabe que el Sahara se expande y contrae a ciclos regulares. El Sáhara ha sido 'protagonista' de numerosas historias, leyendas, novelas y películas.

El Oud o laúd árabe es un tipo de laúd que dio origen a los laúdes europeos. Tiene forma de pera, con una caja de resonancia más grande y un mástil más corto sin trastes. Produce un sonido muy característico de Oriente Medio, del Magreb y de África Oriental.

Decir que el Pimiento de Chile es un manjar dependerá de su capacidad para soportar el picante. Se conoce de muchas maneras (ají, chilli, pimiento, guindilla, morrón, peperonchino) y se utiliza en infinidad de platos, como colorante de alimentos y en cosmética.

El Puerto de Sidney es una estampa clásica gracias a su puentem que conecta el centro financiero con la costa norte de la ciudad. Tardó más de ocho años en construirse y se abrió a la ciudadanía el 19 de marzo de 1932. El puente soporta 8 carriles para automóviles, 2 líneas de ferrocarril y una ciclovía.

Las góndolas de Venecia son un símbolo del romanticismo italiano. La clásica embarcación veneciana se usa hoy, fundamentalmente, para turistas, bodas, funerales y otras ceremonias. Los vaporetto modernos ha suplantado la necesidad de las góndolas, pero no han conseguido hacer que desaparezcan por su marcado interés literario.

El Nepal, en el Himalaya, es un país de naturaleza montañosa en cuyo territorio se encuentran algunas de las cumbres más altas de la Tierra, destacando el Monte Everes, así como otros siete de los llamados ochomiles.

Los viñedos chilenos, de tradición centenaria, han conseguido escalar posiciones en el mercado internacional hasta conseguir encontrarse entre los mejores vinos del mundo. Los mejores viñedos de Chile se concentran en seis valles en el centro del país: Valle de Casablanca, Valle del Maipo, Valle del Maule, Valle de Curicó, Valle del Rapel y Valle de Colchagua. Principalmente cultivan variedades de uva francesas, refinando los ensambles y las técnicas de maduración con buenos resultados.

El Kanga africano es una pieza de ropa de algodón de un metro y medio por un metro de largo, que se utiliza para cubrir todo el torso. Suelen ser muy coloridos.

Google no olvida los tejados por los que Papa Noël visita los hogares de todos los niños del planeta, la noche del 24 al 25 de diciembre. Todo un símbolo de la Navidad más moderna y una de las postales más clásicas en estas fechas.

La Lámpara de Henna cierra el 'collage doodle'. Se trata de unos faroles exóticos marroquíes, hechos con piel de cabra flexible y decorados con exquisitos diseños, pintados a mano y basados en diseños tradicionales.

Doodle

Esta nueva iniciativa de dar 'vida' a Google viene precedida de los conocidos como 'doodles', dibujos que decoran las letras del buscador de una manera original y que remarcan algún evento relevante, como el cumpleaños de la creadora de Pippi Calzaslargas, el nacimiento de Robert Louis Stevenson o el reciente cumpleaños del genial músico Manuel de Falla.

Es el caso de la clausura del Mundial de Sudáfrica, con unas acertadas tonalidades muy de 'La Roja'. La celebración del cumpleaños de Frida Khalo, el creador del holograma y, por supuesto, jugar al Pacman en su 30 aniversario, fueron los anteriores.

A todo esto hay que añadir que Google y Arcade Fire crean 'The Wilderness Downtown', una experiencia que seguro que les sorprenderán.

martes, 30 de noviembre de 2010

Coti - Bailemos

Cinco noches desvelado
y un vino francés avinagrado,
cinco cartas con tu nombre
y estoy partido en mil pecados.

Algo me dijo aquel día
que eras solo un soplo de alegría,
pero la mañana es corta
y la mía terminó.

Bailemos...
porque no hacen falta palabras de mas.
Bailemos...
lejos de la gente quisiera volar.
Prefiero...
que dure un segundo mi noche a tu lado
y jugar con tu fuego.
Bailemos...
porque no hacen falta palabras de mas.
Bailemos...
lejos de la gente quisiera volar.
Prefiero...
que dure un segundo mi noche a tu lado
a tener que vivir en un mundo prestado
sin tardes, sin luna y tan lejos de ti.

Cinco fotos blanco y negro,
y el triángulo de tus bermudas.
Cinco marcas en la cara
con un solo beso.Despiadada.

Cuando me fui ya era tarde
y sólo se arrepienten los cobardes.
Te ruego mi reina si es para besarme
no vuelvas mi amor a invitarme.

Bailemos…

Bailemos, bailemos, bailemos
esta noche que podemos.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Soberanía en las alas

Con motivo del Día que recuerda el combate de la Vuelta de Obligado recuperamos un aporte distinto sobre un concepto amplio de soberanía, destinado a lectores adolescentes
La soberanía está latiendo, palpable a nuestros ojos, en el vuelo de una mariposa.
Esto que te digo no es un cuento. La soberanía así, con mayúsculas si vos querés, está en una mariposa, no hay vueltas.
O, mejor, sí hay vueltas, porque esta mariposa que te digo es bastante vueltera. Me río de verla como la vi hace poco multiplicada en miles, en un bajo del palmar.
Yo no lo sabía. Ataba la soberanía a las cadenas tendidas en el Paraná para estorbarle el paso a la flota de invasores ingleses y franceses que buscaban, típico de imperialistas de ayer y hoy, usurpar nuestras aguas, nuestros países; y anudaba la soberanía a las Islas Malvinas que siguen ocupadas por los conquistadores y no será para siempre, obvio.
No sé si te has detenido en el mar propio que se están haciendo estos sinvergüenzas en nuestro sur latinoamericano. Europeos y estadounidense se encuentran, claro, por la tonada, en esto de la colonia por los siglos de los siglos.
A veces pienso que con la excusa de defender nuestra soberanía, las autoridades nos esconden el mapa que los poderosos del orbe están imponiendo, un mapa que lastima por prepotente, y eso del mapa nuestro, como el diario de Yrigoyen, funciona de opio.
Es obvio también que en la Vuelta de Obligado la soberanía está, y está en Malvinas, y en nuestros hermanos ametrallados en batalla desigual por los gendarmes del planeta, muertos sólo por defender riquezas que son de la América Criolla como le llamaba a nuestra América Marcelino Román (no sé si lo tenés: “más que el oro y el acero es el barro popular”). Este año cumple un siglo Marcelino *, dicho sea, y desde su concepto americanista me parece ver en las Malvinas ese punto de encuentro latinoamericano multicultural, el más bello y contagioso y desafiante.

Primero, un plato para todos
Si verdaderamente hablamos de soberanía, la primera y más abarcadora y honda que se nos presenta es la soberanía alimentaria, un concepto motivador y revolucionario.
Sobre la soberanía alimentaria bien podría pivotear toda esta charla, y más estrictamente sobre los apuntes de Vía Campesina. Hay que releerlos: derecho de acceso a los alimentos, no a cualquier alimento, no elaborado por cualquiera, no en cualquier estructura económica…
El asunto es pues la soberanía y permitime que vuelva a esa alternativa que te comenté: si esa soberanía nos reclama, si nos interpelan las cadenas que tendimos en la Vuelta de Obligado hace siglo y medio y me quedo corto, ¿por qué no empezar por nuestra compañerita de al lado, la más linda y ninguneada, la más simpática y perseguida, la mariposa esa que te decía, que alguien bautizó “bandera argentina”?
Ella tiene la soberanía en sus alas que son el alma, con eslabones que tintinean al aire (imagino, bah), y por eso el científico le dio un nombre que a primer oído te va a sonar raro: morpho catenarius.
¡Pero claro! ¿No están acaso las cadenas trenzadas en nuestra resistencia, las cadenas rotas en nuestro espíritu? Si hasta el Himno nos invita a escuchar el ruido de rotas…
La bandera argentina, la mariposita blanquiplateada, digo, se pintó los eslabones para siempre, ¡mirá todo lo que nos dice en un dibujo!
Las banderas (hay que verlas), hacen colonia en algunos montecitos, desovan sólo en los coronillos y un par de especies más. Allí se ven los racimos rojinegros de larvas que por esos misterios de la naturaleza echarán alas. Víctimas como tantos del ataque a la biodiversidad por esa mezcla inhumana de consumismo y uniformidad… fijate si no tengo razón: por cada coronillo talado arriamos mil banderas argentinas.
Con cada compañerita que dejamos pasar, así se nos va en hilachitas la soberanía. A esa soberanía cercana, me refiero, la que depende más de nosotros, de nuestros amores, y que no nos pide misiles ni depósitos bancarios sino eso: amor.
Millones paseaban este verano por El Palmar, ¡y yo que creía que la panambí morotí (mariposa blanca, en nuestro idioma guaraní), se iba extinguiendo! ¡Qué alentador, la verdad!
Dejo pues la mariposa, sabiendo que me dejo un poco, porque ya alguien se soñó mariposa, o porque ya una mariposa se soñó alguien… Nunca relacioné, fijate vos, el cuento de Chuang Tse con las flores vivas, que eran las mariposas en la cosmovisión de nuestros pueblos originarios americanos.

Mis sobras a tu arroyo
Verás que hablo de la soberanía de tenerse a uno mismo en el mundo, de no depender de la mirada del otro, del chisme; de no embarullarse con ruidos. Esa soberanía impalpable que no da fama ni éxito ni chapa alguna (encantos de hoy) sino alimentos sanos y quietud y silencio. ¿Cuánta soberanía podríamos abonarnos sin derramar una gota de sangre? Pensemos, por caso, en el arte, en el conocimiento, en el reparto de la tierra de una buena vez, ¡en el trabajo digno! Pensemos en el misterio que nos legaron los alfareros de las orillas, moldeados en este suelo.
Los argentinos hemos perdido soberanía por todos los flancos. En el barrio diríamos que hacemos agua. (Admitamos de paso que también en materia de soberanía sobre el agua, hacemos agua).
Se nota bien en Paraná, por caso, donde los más infelices, los marginales digamos, duermen y despiertan sobre las cochinadas que les vuelca el mundo consumista (no ellos, que consumen nada) en los arroyitos, y donde las calles están asaltadas por la prepotencia del automovilista.
Hacemos agua. Si de tenernos se trata, no nos tenemos.
No hay otro plan que no sea el que dicta el mercado, el consumo, y la soberanía ausente. Se nota en el país donde las grandes decisiones, el pago de miles de millones de dólares en deuda fraudulenta por caso, son tomadas no por la democracia sino por la oligarquía, o la plutocracia.
Decir soberanía hoy es exigir la erradicación de la desnutrición, es combatir con todas las armas la muerte en las rutas que el poder subestima y esconde; es no claudicar frente al flagelo de la adicción a las drogas que mina a nuestra juventud, es sacar del hacinamiento a los marginales amontonados en los barrios precarios. La soberanía está pues en las antípodas, como se puede apreciar, de las políticas gubernamentales marcadas por la connivencia de poderosos empresarios y políticos.
Y está en valorar las estructuras económicas de tipo solidario que están en nuestra génesis social y en las antípodas del monopolio, de la economía concentrada, y en garantizar la sustentabilidad, palabra amable y “futurista” si las hay.
Pero veamos también la soberanía en una milonga, en un candombe, y con el mismo entusiasmo en ambas orillas del río Uruguay porque la soberanía de los argentinos y de los orientales es la misma soberanía, nada importante nos separa. La soberanía se comparte entre hermanos, y tiene como norte el desarrollo social con oportunidad para todos. Orgullosos como estamos del Aconcagua, con gusto debiéramos decir que lo compartimos con los chilenos, y que compartimos el Chaco con el Paraguay, y la pampa toda con América Latina, y que entre el jujeño y el chapaco no hay un matiz siquiera de diferencia que valga un límite, ¿cuánta felicidad posible nos mezquinamos, mezquinando soberanía?

Cuatro zapallos
Nosotros estamos usando la tierra que antes habitaron los alfareros orilleros que nos legaron unas obras de arte plenas de identidad, con sus loros modelados en arcillas, con sus líneas incisas en una cerámica elaborada con restos de otra, que a su vez fue modelada con restos de otra, como quien transmitiera a la materia el espíritu de una civilización que construye su porvenir y no desecha sus raíces.
Esos pueblos que se desarrollaron en las costas del Paraná y en las del Río Negro, están en la base de los argentinos y de los orientales sin distinción, ¿te has preguntado por qué caracho tenemos un límite que nos divide, y si ese límite fue resuelto por nosotros, por el pueblo, o impuesto por los de afuera? ¿Te has preguntado si en los grandes asuntos, o en los pequeños, vos también tenés algo para conocer, algo para decir?
“Estamos usando la tierra”, dijimos un párrafo arriba. ¿Pero no es hora de poner en valor la soberanía, quitarla del bronce, y ver si los Soros, los Benetton, los Grobocopatel, por decir, tienen derecho a tanto cuando en el barrio, aquí mismo, María, Juan, están sin media hectárea donde cultivar cuatro zapallos para encamarse en paz, a la hora que les plazca, sabiendo que podrán criar a sus hijos?
Como vemos, la soberanía es cosa seria y hay quienes no quieren hablar de ella para no despertar Malvinas, y los hay que prefieren ignorarla para no decir reforma agraria, revolución impositiva; para que no los incomodemos con el derecho del pueblo a hacerse expectativas, sabiendo quiénes deben ser los más privilegiados, según el mandato de ese jefe político que no ha tenido igual.
Vivir se vive con el prójimo. Erosionar la vida que nos acompaña y nos contiene, serruchar la rama donde el otro hace su nido, eso sí que es abominar de nuestro pasado y de nuestro entorno, eso es desdibujarnos el porvenir.

Nuestras flores vivas
Abrir los ojos, sacarnos las mochilas de los prejuicios, algo así como “desmochilarnos”; operarnos de uniformidad, educarnos en el conocimiento universal y en nuestro entorno; abortarnos la estandarización, poner la vida en valor, darles un lugar a nuestras hijas, nuestros hijos, crearles la oportunidad de un techo; dejar andar el arte que no tiene fronteras ni dueños, advertidos de las garras de la rapiña: sería un modo de encarar la soberanía estilo siglo XXI.
Y si es acá, mejor entonces hacerlo con fondo de cielito, o al ritmo de la batucada, o bañados en la sonrisa de Raúl Barbosa sobre el acordeón, este 20 de Noviembre, orgullosos ante el imperialismo, hincados ante el paraguayo que aún espera calladito nuestro arrepentimiento como tantas víctimas de nuestros abusos; y sostenidos en una banda roja porque esa banda roja nos está inoculando autonomía, independencia, oportunidades para todos, dignidad, identidad sin chauvinismos; esa banda roja nos habla del indio, del negro, del gaucho, de la tierra para el que la trabaja, en fin, de José Artigas.
Soberanía, entonces, en el alma, la naturaleza, el arte y la cultura toda; en la desocupación para nadie, en el territorio, las relaciones con el prójimo, la política, la organización solidaria generalmente anónima, que no SA.
Soberanía en la serenidad para advertir que Monsanto, Cargill, ALL, Carrefour, Wal Mart, forestales varias, petroleras, mineras, banca usurera, corrupción, pool, autocracia, monocultivo, concentración de poder y riquezas, son a la soberanía nuestra americana lo que el Roundup al jardín de nuestras flores vivas, las banderas que te decía.

*Parte de esta columna fue publicada por el autor en la revista Barriletes en noviembre de 2008, y ese año se cumplía el centenario del nacimiento de Marcelino Román y de Atahualpa Yupanqui.

Fuente: www.edimpresa.unoentrerios.com.ar

Alex, Jorge Y Lena - Estar Contigo

Estar contigo
es como tocar el cielo con las manos
como el primer día en verano
como en un cuento
estar contigo...

Estar contigo
desvelando uno por uno tus secretos
descubriendo todo lo que llevas dentro
lo dejo todo
por un momento
estar contigo

Yo siento que tu compañía
es el mejor regalo que me de dio la vida
la fuerza que me empuja a seguir adelante
de todo lo que tengo
es lo mas importante

Estar contigo
es como un sueño
del que no quiero despertar
cierro los ojos y no estas

Vivir contigo es mi deseo
es todo lo que quiero hacer
y a tu lado puedo ser
solo yo mismo (solo yo misma)
solo yo mismo (solo yo mismo)

Estar contigo
es que cada día sea diferente
siempre hay algo que consigue sorprenderme
es como un juego que me divierte
estar contigo

Siento que tu compañía
es el mejor regalo que me dio la vida
la fuerza que me empuja a seguir adelante
de todo lo que tengo
es todo lo que es importante

Estar contigo
es como un sueño
del que no quiero despertar
cierro los ojos y no estas

Vivir contigo es mi deseo
es todo lo que quiero hacer
y a tu lado puedo ser
solo yo mismo (solo yo misma)
solo yo mismo (solo yo mismo)...

Para siempre niña para siempre estar contigo

Estar contigo (estar contigo)
es como un sueño (es como un sueño)
del que no quiero despertar
cierro los ojos y no estas

Vivir contigo es mi deseo (es mi deseo)
es todo lo que quiero hacer (que quiero hacer)
y a tu lado puedo ser
solo yo mismo (solo yo misma)
solo yo mismo (solo yo mismo)

jueves, 4 de noviembre de 2010

Los Tipitos - Reirnos del amor (video oficial) HD

Debería acostumbrarme
A esa mansión en el viento
Vos podrías acompañarme
Y sentir lo que yo siento

Juntos parir un sitio
Donde sentirnos seguros
Malcriar un verso tibio
Hasta que un día sea maduro
Y reírnos del amor

Cuando nos venga a buscar
Y nos llame a los juntos
Para ir al mismo lugar
Donde reírnos del amor

Podríamos darle al espacio
Esa nada que nos da
Y arrebatarle despacio
Un tiempo que no haya sido

Debería acostumbrarme
A esa mansión en el viento
Vos podrías acompañarme
Y sentir lo que yo siento.

Cuando nos venga a buscar
Y nos llame a los juntos
Para ir al mismo lugar
Donde reírnos del amor

Once - La Saga

Caia sobre tus labios la luna llena
mirabas y era tan facil poder soñar
apenas quedaba tiempo para la pena
de pronto se te olvidaba la soledad.
La lluvia se enmoro de las azotea
quizo el viento q las banderas aprendieran como volar
tenias el corazon de la primavera
fue tu boca mi compañera, mi lugar para descansar

Sigo dibujando estrellas en la soledad
que desapareceran al amanecer
sigo dibujando luces en la oscuridad
ilusiones q se van para no volver

noviembre se puso lento y quedo en el 11
el dia del mes del año de no pensar
rodeados por los misterios de las canciones
podiamos conformarnos con poco mas.
Sentimos que aquella noche fue la primera
nuestas lengues estaban llenas de palabras de enamorar
lloramos con los colores de la tristeza
funeral para las promesas, el momento de despertar

Sigo dibujando estrellas en la soledad
que desapareceran al amanecer
sigo dibujando luces en la oscuridad
ilusiones q se van para no volver

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Tuyo siempre - Andrés Calamaro

Si alguna vez no me vuelven a ver,
porque a mi como a todos se me olvida,
algo va a quedar adentro tuyo siempre,
algo que yo te deje alguna vez.

No importa si no venis conmigo,
este viaje es mejor hacerlo solo,
yo te voy a recordar todos los dias,
porque un amor asi nunca se olvida.

Te seguiria por todas partes y volveria a la ciudad,
si me das, otra oportunidad,

de volver a empezar, mejor que antes
quiero darte cada uno de mis instantes,
nunca mas voy a mentir de nuevo,
porque no voy a olvidarte nunca mas.

Si alguna vez no me vuelven a ver,
porque a mi como a todos se me olvida,
algo va a quedar adentro tuyo siempre,
algo que yo te deje alguna vez.

Y volveria por todas partes para encontrarte y preguntarte,
si me das otra oportunidad.

Va a ser mejor que empiece a olvidar,
porque queda mucho tiempo por delante,
algo va a quedar adentro tuyo siempre,
algo que yo te deje alguna vez,

porque no voy a olvidarte nunca mas,
porque yo no te voy a olvidar...

Diez años después - Andrés Calamaro

Si diez años depues te vuelvo a encontrar
en algun lugar, no te
olvides que soy distinto de aquel pero casi igual,
si la casualidad nos vuelve a juntar diez años depues,
algo se va incediar no voy a mostrar mi lado cortez.

aquello fue un gran punto de partida,
pero a la ves que fasi se te olvida,
diez años despues quien puede volver a entrar,
estamos en la tierra cuatro dias,
y el cielo no me ofrece garantias,
diez años despues mejor volver a empezar.

si tu credulidad se deterioro en algun lugar,
no te olvides que soy testigo casual de tu soledad,
si diez años depues no estamos igual que le vas a hacer,
otro diez años mas y luego empezar juntos otro ves.

aquello fue una linda primavera,
pero fue solamente la primera,
diez años depues el tiempo empiensa a pesar,
me quedan valas en la cartuchera,
pero te guardo siempre la primera,
diez años despues mejor reir que llorar.

una carta te di, que nunca escribi,
que nadie lello, hoy diez años despues
todo sigue igual nunca te llego,
dentro del corazon,
al dia de hoy no queda lugar,
si perdi la razon no fue por amor fue por soledad...

la vida es una gran sala de espera,
la otra es una caja de madera,
diez años despues mejor dormir que soñar,
no se puede vivir de otra manera,
por que si no la gente ni se entera,
diez años despues quien puede volver atras,
diez años despues mejor decir que callar...

viernes, 22 de octubre de 2010

Salvemos a los Glaciares

La Ley de Glaciares, aprobada días atrás, ha sido un paso fundamental en la historia del medio ambiente de nuestro país. Una de las reservas más grandes de agua dulce quedará protegida de actividades de alto impacto ambiental, como la minería, que producirían en ellas daños irreversibles.

Gracias a que miles de argentinos se involucraron en la campaña, esta realidad es posible, pero los glaciares también necesitan ser resguardados del cambio climático.

viernes, 1 de octubre de 2010

Sin ti a mi lado - Ismael Serrano

Estoy cansado de hacer el mismo recorrido, el mismo trabajo,
ver las mismas caras, los mismos paisajes, sin ti a mi lado.
Mi vida, poco a poco, se va llenando de esos días
tristes, grises y opacos, que uno omite en su biografía.

Cansado de ir cada noche a los mismos bares,
buscándote aunque sé que no estás, que no voy a encontrarte.
Cansado de ir cada noche lamentando tu ausencia,
directamente a tu altar para hacerte una ofrenda.

Mañana será tarde si vienes a buscarme.
Mira en tu buzón, dejé un mensaje.
No todo está perdido, encuéntrate conmigo,
tú bien conoces el camino.

A esas horas, en las que casi todos engañan a sus amantes,
casi siempre encuentro un buen momento para asesinarme.
Y entre muerte y muerte miro a la ventana,
con la vana esperanza de ver que Madrid se consume entre llamas.

Tú quizás mientras busques un horario perdido
o cantes una canción para dormir a un niño.
Tú mientras busques en papeles perdidos
la letra de una canción que yo te he escrito.

Mañana será tarde si vienes a buscarme.
Mira en tu buzón, dejé un mensaje.
No todo está perdido, encuéntrate conmigo,
tú bien conoces el camino.

Mañana será tarde si vienes a buscarme.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Marguerite Duras - Biografía

Marguerite Donnadieu nació en la Indochina francesa en 1914, en donde vivió su infancia y parte de su juventud. Más conocida por su seudónimo de Marguerite Duras, es una de las voces más destacadas de la literatura francesa.

Hija de un profesor de matemáticas, Duras era el nombre del pueblo francés donde su padre compró una casa para pasar los veranos y por esta razón ella adoptó este seudónimo. A los cuatro años, Marguerite perdió a su padre y su madre tuvo que afrontar la manutención de la familia, en medio de una difícil situación económica.

En 1932 regresó a Francia, estudió Derecho, Matemáticas y Ciencias Políticas. Trabajó como secretaria en el ministerio de Colonias.

A los 15 años



En 1939 se casó con Robert Antelme. Ese mismo año conoce a Dionys Macolo, quien termina siendo su amante. En la Segunda Guerra Mundial, Robert y Marguerite hacen parte de la resistencia francesa y posteriormente será parte del Partido Comunista, del que será expulsada. Cuando Robert regresa del campo de Dachau Marguerite quería divorciarse de él, pero las penosas condiciones en que se encontraba la hicieron desistir. En 1946 finalmente se divorcia y casa con Dionys.

En 1943 se publica su primera novela «Les imprudents» y «La vie tranquile». También publicó obras de teatro y escribió guiones para cine, además de haber sido directora de varias películas, entre ellas India song y Los niños.

Su producción como escritora se destaca por un alto contenido autobiográfico y una fuerza narrativa impresionante.

En 1996, muere de un cáncer de garganta y se encuentra enterrada en el cementerio de Montparnasse.

En 1993

EL MONASTERIO DE LAS ALMAS


Una historia de espionaje, intrigas y peligro que se extiende desde el Renacimiento hasta nuestros días, y que gira en torno al destino del conocimiento de la humanidad entera. Alfonso López, historiador de la época del Renacimiento, descubre un viejo papiro en una habitación secreta de un viejo hostal en Italia. El documento consiste en una biografía de Dante Alighieri. El manuscrito es en sí mismo sorprendente; sin embargo, Alfonso se da pronto cuenta de que hay mucho más por descubrir detrás de él. El documento lleva a otros documentos y también a otros escenarios, y lo que parecía ser una aventura académica se convierte en una peligrosa historia de espionaje alrededor de un plan oculto y ambicioso que persigue la captura de la totalidad del conocimiento humano.
Autor: Ernesto O. Roca Urioste

Mariposas azules - Cuento infantil


Graciosa y en pausado aleteo, volaba feliz entre los árboles del bosque, una hermosa mariposa, con alas azules y puntos dorados, reflejando los rayos del sol.
Inocente junto a sus hermanas, libaba aquí y allá una flor, llevando el polen en sus patitas y antenas, cumpliendo así el ciclo de polinización.
No conocían el peligro, algunas de ellas contaban que había pasado (hacía muchos años), un cazador de mariposas y se había llevado algunos ejemplares.
Ellas no tenían miedo, su generación había resistido tantos años en la cima de los árboles que era casi imposible que se extinguieran. Se reproducían por cientos todos los años.
Pero… cierto día cuando celebraban una danza nupcial, vieron levantarse grandes lenguas de fuego sobre el bosque y extensas nubes de humo subían hasta el cielo.
Horrorizadas comenzaron a volar, avisando a los demás animales e insectos, todos iniciaron la huída hacia el lado opuesto del fuego.
Pero las llamas eran veloces y el tremendo calor lo favorecía, devorando todo a su paso.
Muchos animales pequeños que no podían huir, fueron presas del fuego.
Los árboles calcinados quedaron hechos cenizas, junto a las demás plantas que servían de alimento al voraz fuego.
Las mariposas de alas azules y oro, acostumbradas a volar muy lento no pudieron resistir el calor de las llamas que no tuvieron piedad de esas alas tan hermosas, y estériles fueron sus esfuerzos por huir.
Pasaron los días, el fuego se extinguió cuando al fin, una lluvia salvadora cayó sobre el bosque. Pero este bosque tan bullicioso y alegre por los cantos de las aves, el aleteo de las mariposas y el colorido de las flores, hoy es un cementerio gris y tétrico, humeante aún y silencioso a no ser por algún quejido de un agonizante sobreviviente.
Días antes del incendio, una joven, había recibido un ramo de hermosas orquídeas lilas, cortadas de ese bosque. Milagrosamente escondidas entre sus pétalos, pequeñas larvas dormían en su metamorfosis.
Poco después, las mariposas azules sacaron sus hermosas alas y volaron, volaron en busca de un nuevo bosque.

CRISELDA M.

lunes, 27 de septiembre de 2010

1964 De EL OTRO, EL MISMO, 1964

I



Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.

Ya no compartirás la clara luna ni los lentos jardines.

Ya no hay una luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.

Adiós las mutuas manos y las sienes que acercaba el amor.

Hoy sólo tienes la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente) sino lo que no tiene

y no ha tenido nunca,

pero no basta ser valiente para aprender el arte del olvido.

Un símbolo, una rosa, te desgarra y te puede matar una guitarra.



II



Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo;

un instante cualquiera es más profundo y diverso que el mar.

La vida es corta y aunque las horas son tan largas,

una oscura maravilla nos acecha, la muerte, ese otro mar,

esa otra flecha que nos libra del sol y de la luna y del amor.

La dicha que me diste y me quitaste debe ser borrada;

lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo me queda el goce de estar triste,

Esa vana costumbre que me inclina al Sur,

a cierta puerta, a cierta esquina.-

Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges

"Antes las distancias eran mayores porque el espacio se mide por el tiempo."
Jorge Luis Borges

El Aleph, Jorge Luis Borges

O God, I could be bounded in
 a nutshell and count myself a King of in-
 finite space. 
Hamlet, II, 2.

But they will teach us that Eternity is 

the Standing still of the Present Time,
 a Nunc-stans (as the Schools call it); 
which neither they, nor any else un-
 derstand, no more than they would a
 Hic-stans for a infinite greatnesse of Place.
 Leviathan, IV, 46


La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta, yo podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación. Consideré que el 30 de abril era su cumpleaños; visitar ese día la casa la calle Garay para saludar a su padre y a Carlos Argentino Daneri, su primo hermano, era un acto cortés, irreprochable, tal vez ineludible. De nuevo aguardaría en el crepúsculo de la abarrotada salita, de nuevo estudiaría las circunstancias de sus muchos retratos, Beatriz Viterbo, de perfil, en colores; Beatriz, con antifaz, en los carnavales de 1921; la primera comunión de Beatriz; Beatriz, el día de su boda con Roberto Alessandri; Beatriz, poco después del divorcio, en un almuerzo del Club Hípico; Beatriz, en Quilmes, con Delia San Marco Porcel y Carlos Argentino; Beatriz, con el pekinés que le regaló Villegas Haedo; Beatriz, de frente y de tres cuartos, sonriendo; la mano en el mentón... No estaría obligado, como otras veces, a justificar mi presencia con módicas ofrendas de libros: libros cuyas páginas, finalmente, aprendí a cortar, para no comprobar, meses después, que estaban intactos. 

Beatriz Viterbo murió en 1929; desde entonces no dejé pasar un 30 de abril sin volver a su casa. Yo solía llegar a las siete y cuarto y quedarme unos veinticinco minutos; cada año aparecía un poco más tarde y me quedaba un rato más; en 1933, una lluvia torrencial me favoreció: tuvieron que invitarme a comer. No desperdicié, como es natural, ese buen precedente; en 1934, aparecí, ya dadas las ocho con un alfajor santafecino; con toda naturalidad me quedé a comer. Así, en aniversarios melancólicos y vanamente eróticos, recibí gradualmente confidencias de Carlos Argentino Daneri. 

Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada: había en su andar (si el oximoron es tolerable) una como graciosa torpeza, un principio de éxtasis; Carlos Argentino es rosado, considerable, canoso, de rasgos finos. Ejerce no sé qué cargo subalterno en una biblioteca ilegible de los arrabales del Sur; es autoritario, pero también es ineficaz; aprovechaba, hasta hace muy poco, las noches y las fiestas para no salir de su casa. A dos generaciones de distancia, la ese italiana y la copiosa gesticulación italiana sobreviven en él. Su actividad mental es continua, apasionada, versátil y del todo insignificante. Abunda en inservibles analogías y en ociosos escrúpulos. Tiene (como Beatriz)grandes y afiladas manos hermosas. Durante algunos meses padeció la obsesión de Paul Fort, menos por sus baladas que por la idea de una gloria intachable. "Es el Príncipe de los poetas en Francia", repetía con fatuidad. "En vano te revolverás contra él; no lo alcanzará, no, la más inficionada de tus saetas." 

El 30 de abril de 1941 me permití agregar al alfajor una botella de coñac del país. Carlos Argentino lo probó, lo juzgó interesante y emprendió, al cabo de unas copas, una vindicación del hombre moderno 

-Lo evoco - dijo con una admiración algo inexplicable - en su gabinete de estudio, como si dijéramos en la torre albarrana de una ciudad, provisto de teléfonos, de telégrafos, de fonógrafos, de aparatos de radiotelefonía, de cinematógrafos, de linternas mágicas, de glosarios, de horarios, de prontuarios, de boletines... 

Observó que para un hombre así facultado el acto de viajar era inútil; nuestro siglo XX había transformado la fábula de Mahoma y de la montaña; las montañas, ahora convergían sobre el moderno Mahoma. 

Tan ineptas me parecieron esas ideas, tan pomposa y tan vasta su exposición, que las relacioné inmediatamente con la literatura; le dije que por qué no las escribía. Previsiblemente respondió que ya lo había hecho: esos conceptos, y otros no menos novedosos, figuraban en el Canto Augural, Canto Prologal o simplemente Canto-Prólogo de un poema en el que trabajaba hacía muchos años, sin réclame, sin bullanga ensordecedora, siempre apoyado en esos dos báculos que se llaman el trabajo y la soledad. Primero abría las compuertas a la imaginación; luego hacía uso de la lima. El poema se titulaba La Tierra; tratábase de una descripción del planeta, en la que no faltaban, por cierto, la pintoresca digresión y el gallardo apóstrofe. 

Le rogué que me leyera un pasaje, aunque fuera breve. Abrió un cajón del escritorio, sacó un alto legajo de hojas de block estampadas con el membrete de la Biblioteca Juan Crisóstomo Lafinur y leyó con sonora satisfacción.

He visto, como el griego, las urbes de los hombres, 
Los trabajos, los días de varia luz, el hambre; 
No corrijo los hechos, no falseo los nombres, 
Pero el voyage que narro, es... autour de ma chambre.

Estrofa a todas luces interesante - dictaminó -. El primer verso granjea el aplauso del catedrático, del académico, del helenista, cuando no de los eruditos a la violeta, sector considerable de la opinión; el segundo pasa de Homero a Hesíodo (todo un implícito homenaje, en el frontis del flamante edificio, al padre de la poesía didáctica), no sin remozar un procedimiento cuyo abolengo está en la Escritura, la enumeración, congerie o conglobación; el tercero - ¿barroquismo, decadentismo, culto depurado y fanático de la forma? - consta de dos hemistiquios gemelos; el cuarto francamente bilingüe, me asegura el apoyo incondicional de todo espíritu sensible a los desenfados envites de la facecia. Nada diré de la rima rara ni de la ilustración que me permite ¡sin pedantismo!acumular en cuatro versos tres alusiones eruditas que abarcan treinta siglos e apretada literatura: la primera a la Odisea, la segunda a los Trabajos y días, la tercera a la bagatela inmortal que nos depararan los ocios de la pluma del saboyano...Comprendo una vez más que el arte moderno exige el bálsamo de la risa, el scherzo. ¡Decididamente, tiene la palabra Goldoni! 

Otras muchas estrofas me leyó que también obtuvieron su aprobación y su comentario profuso; nada memorable había en ella; ni siquiera la juzgué mucho peores que la anterior. En su escritura habían colaborado la aplicación, la resignación y el azar; las virtudes que Daneri les atribuía eran posteriores. Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable; naturalmente, ese ulterior trabajo modificaba la obra para él, pero no para otro. La dicción oral de Daneri era extravagante; su torpeza métrica le vedó, salvo contadas veces, transmitir esa extravagancia al poema (1). 
Una sola vez en mi vida he tenido la ocasión de examinar los quince mil dodecasílabos del Polyolbion, esa epopeya topográfica en la que Michael Drayton registró la fauna, la flora, la hidrografía, la orografía, la historia militar y monástica de Inglaterra; estoy seguro de que ese producto considerable, pero limitado, es menos tedioso que la vasta empresa congénere de Carlos Argentino. Éste se proponía versificar toda la redondez del planeta; en 1941 ya había despachado unas hectáreas del estado de Queensland, más de un kilómetro del curso del Ob, un gasómetro al Norte de Veracruz, las principales casas de comercio de la parroquia de la Concepción, la quinta de Mariana Cambaceres de Alvear en la calla Once de Setiembre, en Belgrano, y un establecimiento de baños turcos no lejos del acreditado acuario de Brighton. Me leyó ciertos laboriosos pasajes de la zona australiana de su poema; esos largos e informes alejandrinos carecían de la relativa agitación del prefacio. Copio una estrofa (2):
Sepan. A manderecha del poste rutinario,
(Viniendo, claro está, desde el Nornoroeste) 
Se aburre una osamenta - ¿Color? Blanquiceleste - 
Que da al corral de ovejas catadura de osario.

-¡Dos audacias - gritó con exultación - rescatadas, te oigo mascullar, por el éxito! Lo admito, lo admito. Una, el epíteto rutinario, que certeramente denuncia, en passant, el inevitable tedio inherente a las faenas pastoriles y agrícolas, tedio que ni las geórgicas ni nuestro ya laureado Don Segundo se atrevieron jamás a denunciar así, al rojo vivo. Otra, el enérgico prosaísmo se aburre una osamenta, que el melindroso querrá excomulgar con horror, pero que apreciará más que su vida el crítico de gusto viril. Todo el verso, por lo demás, es de muy subidos quilates. El segundo hemistiquio entabla animadísima charla con el lector, se adelanta a su viva curiosidad, le pone una pregunta en la boca y la satisface... al instante. ¿Y qué me dices de ese hallazgo blanquiceleste? El pintoresco neologismo sugiere el cielo, que es un factor importantísimo del paisaje australiano. Sin esa evocación resultarían demasiado sombrías las tintas del boceto y el lector se vería compelido a cerrar el volumen, herida en lo más íntimo el alma de incurable y negra melancolía. 

Hacia la medianoche me despedí.

Dos domingos después, Daneri me llamó por teléfono, entiendo que por primera vez en la vida. Me propuso que nos reuniéramos a las cuatro, "para tomar juntos la leche, en el contiguo salón-bar que el progresismo de Zunino y de Zungri - los propietarios de mi casa, recordarás - inaugura en la esquina; confitería que te importará conocer". Acepté, con más resignación que entusiasmo. Nos fue difícil encontrar mesa; el "salón-bar", inexorablemente moderno, era apenas un poco menos atroz que mis previsiones; en las mesas vecinas el excitado público mencionaba las sumas invertidas sin regatear por Zunino y por Zungri. Carlos Argentino fingió asombrarse de no sé qué primores de la instalación de la luz (que, sin duda, ya conocía) y me dijo con cierta severidad: -
Mal de tu grado habrás de reconocer que este local se parangona con los más encopetados de Flores.
Me releyó, después, cuatro o cinco páginas del poema. Las había corregido según un depravado principio de ostentación verbal: donde antes escribió azulado, ahora abundaba en azulino, azulenco y hasta azulillo. La palabra lechoso no era bastante fea para él; en la impetuosa descripción de un lavadero de lanas, prefería lactario, lacticinoso, lactescente, lechal... Denostó con amargura a los críticos; luego, más benigno, los equiparó a esas personas, "que no disponen de metales preciosos ni tampoco de prensas de vapor, laminadores y ácidos sulfúricos para la acuñación de tesoros, pero que pueden indicar a los otros el sitio de un tesoro". Acto continuo censuró la prologomanía, "de la que ya hizo mofa, en la donosa prefación del Quijote, el Príncipe de los Ingenios". Admitió, sin embargo, que en la portada de la nueva obra convenía el prólogo vistoso, el espaldarazo firmado por el plumífero de garra, de fuste. Agregó que pensaba publicar los cantos iniciales de su poema. Comprendí, entonces, la singular invitación telefónica; el hombre iba a pedirme que prologara su pedantesco fárrago. Mi temor resultó infundado: Carlos Argentino observó, con admiración rencorosa, que no creía errar el epíteto al calificar de sólido el prestigio logrado en todos los círculos por Álvaro Melián Lafinur, hombre de letras, que, si yo me empeñaba, prologaría con embeleso el poema. Para evitar el más imperdonable de los fracasos, yo tenía que hacerme portavoz de dos méritos inconcusos: la perfección formal y el rigor científico, "porque ese dilatado jardín de tropos, de figuras, de galanuras, no tolera un solo detalle que no confirme la severa verdad". Agregó que Beatriz siempre se había distraído con Álvaro. 

Asentí, profusamente asentí. Aclaré, para mayor verosimilitud, que no hablaría el lunes con Álvaro, sino el jueves: en la pequeña cena que suele coronar toda reunión del Club de Escritores. (No hay tales cenas, pero es irrefutable que las reuniones tienen lugar los jueves, hecho que Carlos Argentino Daneri podía comprobar en los diarios y que dotaba de cierta realidad a la frase.) Dije, entre adivinatorio y sagaz, que antes de abordar el tema del prólogo describiría el curioso plan de la obra. Nos despedimos; al doblar por Bernardo de Irigoyen, encaré con toda imparcialidad los porvenires que me quedaban: a) hablar con Álvaro y decirle que el primo hermano aquel de Beatriz(ese eufemismo explicativo me permitiría nombrarla) había elaborado un poema que parecía dilatar hasta lo infinito las posibilidades de la cacofonía y del caos; b) no hablar con Álvaro. Preví, lúcidamente, que mi desidia optaría por b.

A partir del viernes a primera hora, empezó a inquietarme el teléfono. Me indignaba que ese instrumento, que algún día produjo la irrecuperable voz de Beatriz, pudiera rebajarse a receptáculo de las inútiles y quizás coléricas quejas de ese engañado Carlos Argentino Daneri. Felizmente nada ocurrió - salvo el rencor inevitable que me inspiró aquel hombre que me había impuesto una delicada gestión y luego me olvidaba. 

El teléfono perdió sus terrores, pero a fines de octubre, Carlos Argentino me habló. Estaba agitadísimo; no identifiqué su voz, al principio. Con tristeza y con ira balbuceó que esos ya ilimitados Zunino y Zungri, so pretexto de ampliar su desaforada confitería, iban a demoler su casa. 

-¡La casa de mis padres, mi casa, la vieja casa inveterada de la calle Garay! - repitió, quizá olvidando su pesar en la melodía. 

No me resultó muy difícil compartir su congoja. Ya cumplidos los cuarenta años, todo cambio es un símbolo detectable del pasaje del tiempo; además se trataba de una casa que, para mí, aludía infinitamente a Beatriz. Quise aclarar ese delicadísimo rasgo; mi interlocutor no me oyó. Dijo que si Zunino y Zungri persistían en ese propósito absurdo, el doctor Zunni, su abogado, los demandaría ipso facto por daños y perjuicios y los obligaría a abonar cien mil nacionales.

El nombre de Zunni me impresionó; su bufete, en Caseros y Tacuarí, es de una seriedad proverbial. Interrogué si éste se había encargado ya del asunto. Daneri dio que le hablaría esa misma tarde. Vaciló y con esa voz llana, impersonal, a que solemos recurrir para confiar algo muy íntimo, dijo que para terminar el poema le era indispensable la casa, pues en un ángulo del sótano había un Aleph. Aclaró que un Aleph es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos. 

-Está en el sótano del comedor - explicó, aligerada su dicción por la angustia -. Es mío, es mío; yo lo descubrí en la niñez, antes de la edad escolar. La escalera del sótano es empinada, mis tíos me tenían prohibido el descenso, pero alguien dijo que había un mundo en el sótano. Se refería, lo supe después, a un baúl, pero yo entendí que había un mundo. Bajé secretamente, rodé por la escalera vedada, caí. Al abrir los ojos, vi el Aleph. 

-¡El Aleph! - repetí. 

-Sí, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos. A nadie revelé mi descubrimiento, pero volví. ¡El niño no podía comprender que le fuera deparado ese privilegio para que el hombre burilara el poema! No me despojarán Zunino y Zungri, no y mil veces no. Código en mano, el doctor Zunni probará que es inajenable mi Aleph. 

Traté de razonar. 

-Pero, ¿no es muy oscuro el sótano? 

-La verdad no penetra un entendimiento rebelde. Si todos los lugares de la Tierra están en el Aleph, ahí estarán todas las luminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz. 

-Iré a verlo inmediatamente. 

Corté, antes de que pudiera emitir una prohibición. Basta el conocimiento de un hecho para percibir en el acto una serie de rasgos confirmatorios, antes insospechados; me asombró no haber comprendido hasta ese momento que Carlos Argentino era un loco. Todos esos Viterbos, por lo demás... Beatriz(yo mismo suelo repetirlo) era una mujer, una niña de una clarividencia casi implacable, pero había en ella negligencias, distracciones, desdenes, verdaderas crueldades, que tal vez reclamaban una explicación patológica. La locura de Carlos Argentino me colmó de maligna felicidad; íntimamente, siempre nos habíamos detestado.

En la calle Garay, la sirvienta me dijo que tuviera la bondad de esperar. El niño estaba, como siempre, en el sótano, revelando fotografías. Junto al jarrón sin una flor, en el piano inútil, sonreía (más intemporal que anacrónico) el gran retrato de Beatriz, en torpes colores. No podía vernos nadie; en una desesperación de ternura me aproximé al retrato y le dije: 

-Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges. 

Carlos entró poco después. Habló con sequedad; comprendí que no era capaz de otro pensamiento que de la perdición del Aleph. 

-Una copita del seudo coñac - ordenó - y te zampuzarás en el sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indis-pensable. También lo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de la baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera. Me voy, bajo la trampa y te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo! 

Ya en el comedor, agregó: 

-Claro está que si no lo ves, tu incapacidad no invalida mi testimonio... Baja; muy en breve podrás entablar un diálogo con todas las imágenes de Beatriz. 

Bajé con rapidez, harto de sus palabras insustanciales. El sótano, apenas más ancho que la escalera, tenía mucho de pozo. Con la mirada, busqué en vano el baúl de que Carlos Argentino me habló. Unos cajones con botellas y unas bolsas de lona entorpecían un ángulo. Carlos tomó una bolsa, la dobló y la acomodó en un sitio preciso. 

-La almohada es humildosa - explicó - , pero si la levanto un solo centímetro, no verás ni una pizca y te quedas corrido y avergonzado. Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones. 

Cumplí con su ridículo requisito; al fin se fue. Cerró cautelosamente la trampa, la oscuridad, pese a una hendija que después distinguí, pudo parecerme total. Súbitamente comprendí mi peligro: me había dejado soterrar por un loco, luego de tomar un veneno. Las bravatas de Carlos transparentaban el íntimo terror de que yo no viera el prodigio; Carlos, para defender su delirio, para no saber que estaba loco tenía que matarme. Sentí un confuso malestar, que traté de atribuir a la rigidez, y no a la operación de un narcótico. Cerré los ojos, los abrí. Entonces vi el Aleph. 

Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato, empieza aquí, mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y las circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur. (No en vano rememoro esas inconcebibles analogías; alguna relación tienen con el Aleph.) Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Por lo demás, el problema central es irresoluble: La enumeración, si quiera parcial, de un conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré. 

En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo. 

Sentí infinita veneración, infinita lástima.
-Tarumba habrás quedado de tanto curiosear donde no te llaman - dijo una voz aborrecida y jovial - . Aunque te devanes los sesos, no me pagarás en un siglo esta revelación. ¡Qué observatorio formidable, che Borges! 

Los pies de Carlos Argentino ocupaban el escalón más alto. En la brusca penumbra, acerté a levantarme y a balbucear: 

-Formidable. Sí, formidable. 

La indiferencia de mi voz me extrañó. Ansioso, Carlos Argentino insistía: 

-¿La viste todo bien, en colores? 

En ese instante concebí mi venganza. Benévolo, manifiestamente apiadado, nervioso, evasivo, agradecí a Carlos Argentino Daneri la hospitalidad de su sótano y lo insté a aprovechar la demolición de la casa para alejarse de la perniciosa metrópoli que a nadie ¡créame, que a nadie! perdona. Me negué, con suave energía, a discutir el Aleph; lo abracé, al despedirme y le repetí que el campo y la seguridad son dos grandes médicos. 

En la calle, en las escaleras de Constitución, en el subterráneo, me parecieron familiares todas las caras. Temí que no quedara una sola cosa capaz de sorprenderme, temí que no me abandonara jamás la impresión de volver. Felizmente, al cabo de unas noches de insomnio me trabajó otra vez el olvido. 

Postdata del 1º de marzo de 1943. A los seis meses de la demolición del inmueble de la calle Garay, la Editorial Procusto no se dejó arredrar por la longitud del considerable poema y lanzó al mercado una selección de "trozos argentinos". Huelga repetir lo ocurrido; Carlos Argentino Daneri recibió el Segundo Premio Nacional de Literatura (3). El primero fue otorgado al doctor Aita; el tercero al doctor Mario Bonfanti; increíblemente mi obra Los naipes del tahúr no logró un solo voto. ¡Una vez más, triunfaron la incomprensión y la envidia! Hace ya mucho tiempo que no consigo ver a Daneri; los diarios dicen que pronto nos dará otro volumen. Su afortunada pluma (no entorpecida ya por el Aleph) se ha consagrado a versificar los epítomes del doctor Acevedo Díaz.

Dos observaciones quiero agregar: una sobre la naturaleza del Aleph; otra, sobre su nombre. Éste, como es sabido, es el de la primera letra del alfabeto de la lengua sagrada. Su aplicación al círculo de mi historia no parece casual. Para la Cábala esa letra significa el En Soph, la ilimitada y pura divinidad; también se dijo que tiene la forma de un hombre que señala el cielo y la tierra, para indicar que el mundo inferior es el espejo y es el mapa del superior; para la Mengenlehre, es el símbolo de los números transfinitos, en los que el todo no es mayor que alguna de las partes. Yo querría saber: ¿Eligió Carlos Argentino ese nombre, o lo leyó, aplicado a otro punto donde convergen todos los puntos, en alguno de los textos innumerables que el Aleph de su casa le reveló? Por increíble que parezca yo creo que hay (o que hubo) otro Aleph, yo creo que el Aleph de la calle Garay era un falso Aleph. 

Doy mis razones. Hacia 1867 el capitán Burton ejerció en el Brasil el cargo de cónsul británico; en julio de 1942 Pedro Henríquez Ureña descubrió en una biblioteca de Santos un manuscrito suyo que versaba sobre el espejo que atribuye el Oriente a Iskandar Zu al-Karnayn, o Alejandro Bicorne de Macedonia. En su cristal se reflejaba el universo entero. Burton menciona otros artificios congéneres - la séptuple copa de Kai Josrú, el espejo que Tárik Benzeyad encontró en una torre (1001 Noches, 272), el espejo que Luciano de Samosata pudo examinar en la Luna (Historia Verdadera, I, 26), la lanza especular que el primer libro del Satyricon de Capella atribuye a Júpiter, el espejo universal de Merlín, "redondo y hueco y semejante a un mundo de vidrio" (The Faerie Queene, III, 2, 19) - , y añade estas curiosas palabras: "Pero los anteriores(además del defecto de no existir) son meros instrumentos de óptica. Los fieles que concurren a la mezquita de Amr, en el Cairo, saben muy bien que el universo está en el interior de una de las columnas de piedra que rodean el patio central... Nadie, claro está, puede verlo, pero quienes acercan el oído a la superficie declaran percibir, al poco tiempo, su atareado rumor... la mezquita data del siglo VII; las columnas proceden de otros templos de religiones anteislámicas, pues como ha escrito Abenjaldún: En las repúblicas fundadas por nómadas, es indispensable el concurso de forasteros para todo lo que sea albañilería". 

¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz. 

A Estela Canto.


[1] Recuerdo, sin embargo, estas líneas de una sátira en que fustigó con rigor a los malos poetas.
Aqueste da al poema belicosa armadura
De erudición; estotro le da pompas y galas
Ambos baten en vano las ridículas alas...
¡Olvidaron cuitados el factor HERMOSURA!
(2) Sólo el temor de crearse un ejército de enemigos implacables y poderosos lo disuadió (me dijo) de publicar sin miedo el poema.

[3] “Recibí tu apenada congratulación”, me escribió. “Bufas, mi lamentabla amigo, de envidia, pero confesarás... —¡aunque te ahogue!— que esta vez pude coronar mi bonete con la más roja de las plumas; mi turbante, con el más Califa de los rubíes.